
Al parecer a muchos les preocupa la salud de los gordos. Tanto que por eso a la menor provocación y sin pudor se atreven a advertirnos de los riesgos de tener sobrepeso. Algunos incluso nos alertan, cuál doctor, como si nunca hubiéramos escuchado de los problemas que nos va a traer nuestra condición.
Me paso a mí, me lo han comentado personas que han leído mi libro y por lo que leo en redes es una preocupación que le externan a cualquiera que se atreve a hablar de la aceptación corporal con un cuerpo que no cumple los estándares de belleza.
Con los años y el trabajo personal ya no permito que me expresen sus inquietudes por mi peso y si no tengo ganas de discutir los ignoro no dando acuse de recibido. Hoy sé que mi salud es un tema entre mis médicos y yo con base a mis estudios de laboratorio y no mi apariencia. Es algo que más o menos tengo controlado, pero esta semana algo me hizo recordar todo ese sufrimiento pasado y sentir mucho enojo.
Hace unos días, aquí en México, anunciaron la prohibición de un medicamento para bajar de peso. Me abstendré de dar el nombre para no darles más publicidad. El cual estuvo más de 24 años en el mercado y que por supuesto yo tomé, justo cuando salió, por un largo periodo.
Desde aquellos tiempos había rumores de los efectos adversos de ingerirlo. Incluso se supo que dos chicas en Italia habían muerto por tomarlo. Y a pesar de saberlo continúe con él. En aquel entonces llegué a pensar que era mejor morir que seguir siendo gorda. Eso y que el médico de la familia no los recetaba con tal confianza que ¿cómo iba una a dudar? Vaya si hasta a mi papá siendo sesentón se lo prescribió, así de seguro decían que era.
Mala combinación, mis ansias de cumplir el ideal de belleza con un producto milagroso avalado que me permitiría llegar a mi peso y vivir feliz para siempre.
Las noticias continúan, recién también la Organización Mundial de la Salud desaconseja el uso de edulcorantes para controlar el peso. Y ni que decir de esas famosas cirugías donde te cortan o atan el estómago que recomiendan como la gran solución al problema del peso. Es verdad que adelgazas, pero después de ellas tu cuerpo ya no absorbe nutrientes, tu digestión se altera y es probable que te duela el estómago de por vida.
Me enojé porque a estas alturas el “por tu salud” me suena más hueco que nunca. No solo el que repiten sin cesar la gente al ver a alguien con kilos de más ahora hasta el de los doctores y las autoridades sanitarias.
Sí, al final una siempre tiene la decisión de que hacer o comer, pero cuando te han vendido la idea de que ser flaca es sinónimo de salud y que siéndolo es la única forma de cosechar éxitos en la vida, incluyendo la felicidad, quien se va a negar.
Ahí radico el riesgo de seguir perpetuando esos estereotipos y confiando en el que es por mi salud.
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